He pasado el fin de semana con mis padres, en su casa, y he disfrutado de cada segundo. He sido feliz con cada palabra, con cada mimo, con cada beso, con cada caricia. Pero hoy ha tocado volver a mi casa, yo sola, y ha sido peor que las otras veces. Me siento más sola, más vacía.
Tengo unas ganas inmensas de llamarles y escuchar su voz, de decirles que vengan a verme, a quedarse conmigo... pero eso es signo de debilidad, así que no lo hago y me pongo a llorar yo sola. Ojalá fueran de los padres que llaman millones de veces cada diez minutos para preguntar cualquier tontería.
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